Javier Sordo Madaleno




Javier Sordo Madaleno

"Creo en las raíces de México"


Editorial


En una etapa en que la globalización se impone, el arquitecto está convencido del valor de un diseño con miras internacionales sustentado en los valores propios Javier Sordo Madaleno tiene el mérito indiscutible de ser uno de los protagonistas de la arquitectura mexicana contemporánea. En distintas latitudes, dentro y fuera del País, su labor ha marcado la escritura de un diseño de trazos equilibrados y funciones directas; racional y apasionado con una vocación tanto estética como de servicio.

Es una arquitectura que habla el lenguaje de la globalización con la gramática creativa de las raíces mexicanas. Al mismo tiempo, al vuelo de esa posición que habla de un estilo personal, Sordo Madaleno ha sabido dirigir el talento de arquitectos de distintas generaciones en la consolidación de un despacho que hoy es sinónimo de creatividad y profesionalismo.

«Pienso que todo se basa en el esfuerzo, en la búsqueda continua de la excelencia. Existen metas distintas, vocaciones distintas, pero finalmente hay una integración al momento de enfrentar los diversos factores que definen el trabajo, desde lo económico hasta la promoción.

“Como despacho hemos tenido una trayectoria importante, pero también hemos aprendido muchas cosas. Un factor primordial es cuidar los costos de financiamiento. Un inmueble no sólo debe ser bello, sino también ser una buena inversión para el propietario”, precisa Sordo Madaleno.

Es importante tener presente nuestras búsquedas en la arquitectura, añade, pero es igualmente básico pensar en las necesidades de la gente: qué quiere el propietario, qué busca el usuario, qué queremos nosotros. Cada uno es importante.

“Somos un equipo. Es una cocina donde cada uno brinda una aportación al platillo. Asimismo nos distingue la mezcla generacional, que determina que en nuestro trabajo confluya tanto la efervescencia de la juventud como el peso de la experiencia. Vivimos un proceso participativo con un flujo constante de ideas que se traduce, por ejemplo, en la realización de concursos internos”, explica.

Un legado generacional

La confluencia de distintas edades, actitudes y búsquedas amoldadas a un objetivo común es algo más que una circunstancia empresarial. Ahora mismo, Javier Sordo Madaleno reflexiona sobre la presencia de su hijo Javier en las labores del despacho, y desde luego sopesa el peso específico del legado de su padre: Juan Sordo Madaleno.

“Mi hijo es alguien que está viviendo con pasión esta etapa de su vida. Se entusiasma con el diseño y disfruta detalles como puede ser la elección del mobiliario para un baño. Tiene y tendrá su tiempo, como yo he tenido el mío. La verdad me encanta hacer cosas junto con él. En muchos momentos me recuerda la convivencia con mi padre”, expresa el arquitecto.

Esta evocación lleva a visualizar el peso de Juan Sordo Madaleno, uno los pilares en la definición arquitectónica del México postrevolucionario, relator estilístico de una forma de vida, de la visión social de una ciudad en un momento de especial optimismo histórico.

“Creo que mi padre no fue exactamente un promotor de sí mismo, y por eso no ha tenido el reconocimiento debido. De cualquier forma fue sin duda un arquitecto muy importante en su momento. Yo aprendí todo de él. En una expresión, me enseñó a sentir la arquitectura. Como despacho hemos marcado un estilo muy personal, con raíces en el trabajo de mi padre”, define.

Oriundo de la Ciudad de México, donde nació en 1956, Sordo Madaleno estudió arquitectura en la Universidad Iberoamericana y se incorporó al despacho paterno en 1982.

Entre sus proyectos más representativos destacan el Hotel Westin Regina, de Los Cabos; el corporativo Herdez; Moliere 222 y el centro comercial Angelópolis, en Puebla; así como su significativa obra residencial.

Resulta delicado para Sordo Madaleno la definición de su arquitectura: “Alguien me dijo alguna vez que era clásico. Pienso que se trata de algo muy complejo. Vivimos una etapa de globalización. Cada día hay un lenguaje más estandarizado por la forma de producción, industrialización y economía de la arquitectura, lo cual nos lleva a ver cosas similares en Nueva York, Moscú o México.

“Sin embargo hay una creencia plena en mis raíces, y eso es algo que trato de hacer manifiesto en mi obra. Somos parte de una cultura rica y vasta que se manifiesta en nuestras actitudes. Eso queda presente en la obra. Es como el olor y el sabor de la tortilla. Forman parte de nuestro ser. Creo lo importante en todo caso es mantener una personalidad propia”, distingue.

Visión de México

Involucrado a través de sus obras en la redefinición del panorama urbano de la Ciudad de México, Sordo Madaleno advierte que esta urbe necesita urgentemente una desincorporación de funciones, así como una política de planeación con visión a largo plazo.

“Un conflicto básico es que no hay continuidad en las obras. También se suma una problemática política por la colindancia con el estado de México. Esta fractura impide pensar en proyectos que den soluciones de manera unitaria.

“Es indispensable el funcionamiento de una comisión de planeación del Valle de México en la que no sólo participen políticos. En situaciones como ésta es fundamental la participación de todos: amas de casa, artistas, estudiantes y, por supuesto, arquitectos; pero es preciso conocer las necesidades de todos”, expresa.

Vivimos una situación caótica, añade, propiciada por múltiples factores, como ha sido la apropiación ilegal de terrenos. Son daños muy profundos que iniciaron desde la regencia de Ernesto P. Uruchurtu y se han ido continuando. El problema es una pérdida del orden, una falta de disciplina, donde la que más se ha visto perjudicada es la clase media.

“Hace falta justicia y planeación. Es lamentable, por ejemplo, el caso de Santa Fé, que carece de toda planeación urbana. Fue una oportunidad desperdiciada para convertirla en la gran reserva de la capital mexicana.

“Necesitamos ser abiertos y lo más auténticos con nosotros mismos. Es necesario replantear la situación urbana. Creo que es una cuestión de respeto no sólo a los demás, sino también a nosotros mismos”, puntualiza Sordo Madaleno.

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